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23 agosto 2019

COLAVIDA: MISIONERO DE LA PAZ

COLAVIDA (parte III)


(Síntesis por Mariemi Alonso)


Paralelamente a la crisis de los espíritas, producida por Eduard Buguet, ocurría en España, la Tercera Guerra Carlista. Por tercera vez, en menos de cuarenta años, la lucha fratricida se asentaba en el suelo español y hería dolorosamente a este pueblo.


Fernández Colavida
Mientras los ejércitos se enfrentaban en batallas Don José María Fernández Colavida trabajaba incansablemente por la paz. En su residencia de Barcelona, donde componía y distribuía publicaciones espíritas que invadían el mundo, también llenaba cestos con impresos pacificadores y los expedía a los lugares donde la lucha estaba más encarnizada a fin de convocar a los soldados para que dejaran las armas y se dieran la mano haciendo reinar la fraternidad en España.


Inmenso era el sacrificio financiero de la impresión y distribución de esos escritos pacificadores, le generaban gastos; pero Fernández Colavida los costeaba sin la ayuda de nadie, contando con el modesto sueldo que su actividad profesional le proporcionan.

Cuando el Estado trató de recompensarlo enviándole remesas de fondos, él se las devolvió. La labor de Fernández Colavida por la paz nada tenía que ver con intereses políticos. Hacía parte de su desinteresado trabajo de divulgación espírita.


De hecho, el Espiritismo está fuertemente vinculado a la paz, empezando por la paz interior, según Fernández Colavida enfatizó en sus escritos:

“La Gran misión de Espiritismo es la Paz, y por consiguiente los Espíritas de todas las naciones no han de parar hasta alcanzar el reinado de la fraternidad universal, legando a las generaciones futuras tan noble misión. Vengan, pues, a nosotros, los afligidos, los desheredados, los de corazón sencillo y los que sufren; agrúpense a la sombra de ese árbol santo del Espiritismo que ha de regenerar el mundo y encontrarán la paz y la calma que el alma necesita para subir la pendiente de la Vida y alcanzar de Dios el reinado de su justicia”.


El Espiritismo es una manifestación divina que puede acogerla todo el que quiera dar paz a su espíritu, esperanza a su corazón y luz a su razón".


Al promover la paz interior, conduce a la mansedumbre y a la paz en los pueblos. Solamente esa razón ya sería suficiente para explicar la necesidad de la más amplia divulgación de la Doctrina Espírita en el mundo:

(…) “Cuando todos nos convenzamos de estos principios de comprobar experimentalmente, la mansedumbre ocupará, en el individuo e en los pueblos, el lugar que le ha arrebatado la violencia. Entonces se comprenderá claramente que la guerra es un crimen de lesa-humanidad, y de ella huiremos como de las perversas compañías".


Cuando el verdadero cristianismo, es decir, el Espiritismo cristiano, haya penetrado en la mayoría, de las conciencias humanas:- Él es el que estará directamente llamando a evidenciar los sublimes y verdaderos tiempos de la mansedumbre; - él que basándose en la caridad, nos solicita el bien sin cesar para el provecho de los hombres; - él, que abriéndonos las puertas de la vida de ultratumba, nos solicita sin cesar al bien y nos presenta a Job en medio de inefables delicias y a Caín rodeado de atroces dolores; - él que abriéndonos las doradas puertas de ese otro mundo, llamado la reencarnación, nos prueba que al que odiamos como enemigo pueda haber sido o puede ser, andando el tiempo, nuestro hermano, nuestro hijo, nuestro padre; - él, en fin, que exclama a cada momento, como exclamaba Cristo después de su resurrección: ¡Pax vobis! (¡La Paz esté con vosotros!), y demuestra con hechos visibles y tangibles que de los pobres de Espíritu es el reino de los cielos, y de los mansos el dominio de la tierra.


Procuremos, pues, que el Espiritismo cubra toda la faz de la tierra, pues sólo él puede librarnos de esos terribles sacudimientos morales que hoy contemplamos en casi todos los puebles del orbe que llamamos civilizado. Dios, no quiere que ninguno de sus hijos se pierda, como aseguró el divino Maestro; Dios nos ayuda en esta obra verdaderamente sacrosanta. Adelante, adelante siempre, sin detenernos nunca; ésta es la Ley.


Sin embargo, los carlistas, que contaban con el apoyo de la Iglesia, incitaban al pueblo a la guerra, tergiversando el Cristianismo. Sin dejarse intimidar por fuerzas políticas y religiosas, Fernández Colavida, en su campaña pacificadora, aclaraba y difundía la falta de fundamento cristiano para toda y cualquier guerra.


“Nunca hubo razón para hacer la guerra en nombre de Dios”.


(…) Si en vuestra conciencia llegarais a creer en la justicia de nuestra causa, dejadlo al fallo de la Providencia y pedid que se cumpla la voluntad del Padre y no la vuestra; porque el Padre no ha menester que sus hijos se devoren para que la ley de la verdad y de la justicia brille con toda la pureza de su gloria. No olvidéis el ejemplo que el Maestro nos dejó cuando dijo a uno de sus discípulos que sacó la espada para herir a un siervo del Pontífice: “Vuelve tu espada a su lugar: porque todos los que tomaren espada, a espada morirán” ¿por ventura piensas que no puedo rogar a mi Padre, y me daría ahora mismo más de doce legiones de ángeles?” (San Mateo XXVI. V. 52 y 53).



El general Ramón Cabrera, estaba resentido por el fusilamiento de su madre con ocasión de la Primera Guerra Carlista. No obstante, Fernández Colavida, con su amistad y consejos, contribuyó significativamente para que Ramón Cabrera decidiera no participar en la 3ª Guerra Carlista y trabajara por la paz. Fernández Colavida llegó a ejercer una influencia directa para que Ramón Cabrera publicara su célebre Manifiesto a la Nación por el término de la guerra, en cuya redacción intervino.


General Cabrera



De ese modo, el mismo general que, aproximadamente cuarenta años antes, en la 1ª Guerra Carlista, se había vuelto implacable contra sus adversarios después del fusilamiento de su inocente madre, no cedió al sentimiento inferior de venganza y dio un gran ejemplo de perdón a los enemigos al escribir a todo el pueblo español, en su manifiesto:


“La fe me enseña y el corazón me dice que yo, como el ser querido de mi madre, a quien profundamente aluden, debo morir perdonando a mis enemigos; y yo sé, yo veo que aquel ser querido me dice desde el cielo que hago bien”.


El Gobierno Español le ofreció a Fernández Colavida, con los honores y la retribución correspondientes, el retiro de coronel, grado que había alcanzado durante su participación en la Primera Guerra Carlista. Colavida no aceptó recibir ninguna ventaja proveniente de la guerra. Como misionero de la paz, era la paz la única recompensa que siempre deseó.


El trabajo de Fernández Colavida por la paz evidencia el papel que el divulgador del Espiritismo debe desempeñar como agente de transformación de la sociedad. Doctrina Espírita y Política no deben mezclarse. No le corresponde al divulgador del Espiritismo estar al servicio de intereses políticos, sino trabajar por el progreso moral de la humanidad. Según explica Allan Kardec:


(…) “apartad con cuidado, en vuestras reuniones, todo lo que se refiere a la política y a las cuestiones irritantes; las discusiones, bajo ese aspecto, no llevan a nada, solo suscitan dificultades, mientras que nadie encuentra algo que condenar de la moral cuando ésta es buena”.


Las reformas sociales verdaderamente útiles serán la consecuencia completamente natural de ese mejoramiento; al trabajar por el progreso moral, estableceréis los verdaderos y más sólidos fundamentos de todos los mejoramientos y dejad a Dios el cuidado de hacer suceder las cosas a su tiempo.


La verdadera transformación de la sociedad es la que se opera mediante la vivencia de la moral del Cristianismo, explicados racionalmente por la Doctrina Espírita”.

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 Ver también:

Colavida (parte I)


Colavida (parte II)

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